“...hoy es un día dedicado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría del Señor en nuestro refugio” (Nehemías 8:10 DHH)
Este es uno de los versículos más citados para infundir ánimo al alma en desaliento. Mas sin embargo es también malinterpretado, a mi parecer personal. Pues hace que nuestra fortaleza esté fundada en un gozo que está dentro de nosotros, esto es, el gozo que Dios pone en nuestras vidas, del cual El Señor habló tocante a Su Muerte, que ese gozo no les sería quitado a sus discípulos. Era necesario ese gozo para poder soportar los vituperios que habrían de venir tras la muerte, resurrección y asención del Buen Señor. Y es un gozo que Dios nos da y que no es como el mundo, pero a pesar de ello, nosotros, como necias criaturas, opacamos ese gozo que Dios nos da. Entonces necesitamos una fuente de fuerza y gozo inagotable e inmutable. Y como nosotros, en nuestra debilidad el afán nos doblega y la incertidumbre nos azota, necesitamos una fuente esa fuente inalterable de gozo.
Este versículo, habla más bien, del gozo que Dios siente y expresa. Mas podrías decir:¿Cómo puede Dios tener gozo por nosotros? Recordemos que ésto fue escrito en el tiempo de la reconstrucción del templo por obra de Nehemías y del entendido Esdras. Cuando Esdras comienza a leer la ley de Dios ante el pueblo, éstos porrumpen en llanto y dolor, tal vez era un dolor provocado por la misma ternura de corazón que tuvo Josías, al ver cómo era violada la ley de Dios por sus ancestros, y cómo se encontraban cumpliendo la cláusula punitiva o el castigo que debían de recibir por su desobediencia, o bien se dolían al ver cómo aún era violada esa ley por ellos mismos.
Ante esta reacción, Esdras les dice “No lloren, ni se amedrenten, este es un día Santo para El Señor, el gozo, la alegría, el favor que Dios siente Dios en Su Corazón debe ser la fuente de nuestra fortaleza”. Pero, ¿cómo es eso? En la Biblia nos dice en Sofonías y Salmos Dios manifiesta alegría y regocijo por Su Pueblo, ¿qué hay en Su Pueblo que le cause tal? En ese momento, hubo un hombre de oración usado por Dios, para ser el iniciador de un avivamiento verdadero, una pequeña paja que fue el instrumento del fuego Divino. Encontramos al pueblo reconstruyendo, haciendo La Voluntad de Dios, haciendo lo que Dios había dicho a Salomón “si mi pueblo se humillare buscare mi rostro, entonces yo oiré desde los cielos...”. Dios había escuchado la oración y Dios los estaba moviendo a arrepentimiento y a actuar conforme a ese arrepentimiento, y al ver a Su Pueblo haciendo Su voluntad, encuentra deleite y alegría en ellos, al ser traídos donde deben estar, y Nehemías y Esdras pudieron ver eso. Esdras, como entendido de la Ley, pero sobre todo, en el corazón de la Ley misma les refirió que la alegría que Dios sentía a causa de todo ésto, debía motivarnos a refugiarnos en Él. Porque Dios no es arbitrario, no simplemente se va a alegrar en nosotros y va a buscar nuestro mal después, él entendía que si Dios estaba agradándose de lo que el pueblo hacía, iban a encontrar favor, bienestar y nuevas fuerzas.
Nuestras cargas a veces son demasiado pesadas, asimismo, y aunque es difícil a veces no ver el presente, y dudar, y aún echar una mirada a un posible futuro y no temer, nuestros ojos deben ver mas allá, más allá de la tierra de los amonitas, que nos impiden el paso a la tierra prometida. Más allá del gran tamaño de los hijos de Anac, que nos quitan el gozo de esa Tierra. Debemos ver la promesa y consolarnos, en que este sufrimiento es solamente temporal y que en nada se compara con la Gloria que nos espera a la diestra de nuestro Padre Celestial.
Los primero creyentes, tenían razón para sentirse así. Eran despojados, las mujeres muchas veces eran violadas, eran muertos a espada y sin defenderse. Y eso no les amedrentaba hasta la muerte, sino les ayudaba a afirmarse. Si ellos hubieran puesto su mirada en un futuro próximo en ésta tierra, a la vuelta de la esquina, se hubieran visto algunos de ellos clavados en cruces, o a una estaca, incendiados con brea para alumbrar el jardín de Nerón, y otros de otro tiempo tal vez se hubieran visto decapitados o con toda clase de torturas. Pero algunos de ellos y otros, si hubieran visto solo ese futuro, se hubieran hallado demasiado amedrentados y desanimados, sin embargo no fue así. Para ver el cielo, tenían que bajar la mirada a sus manos, y ver una carta, escrita por un anciano, unos por el anciano Pablo y otros por el anciano Pedro o Juan, donde ellos instaban a sufrir como Cristo, que nada nos apartaría de ese amor pues éramos más que vencedores. La carta de Juan nos decía que ya no habría más llanto, ni más tristeza, ni más dolor. Ellos encontraban su deleite en esas palabras, y encontraban su refugio.
Ellos veían un futuro más allá de los sufrimientos, y eso es lo que les llenaba de gozo. Sabían que, estando en esa presencia, encontrarían ese deleite, el deleite de Dios sobre Su Pueblo, y del Pueblo sobre Su Dios, El Esposo sobre la Esposa y la Esposa sobre El Esposo, el Padre sobre sus hijos y los hijos sobre Su Padre. Sería un encuentro mutuo, el momento cúspide y clímax de alegría y gozo para aquellos que han sido redimidos. Entenderían ahora el cumplimiento total de la Escritura, pasando entre sus ojos, y podrían entender ahora completamente el significado del libro de Cantares, deleitándose en la voz de un canto, sí, de un canto. El canto del Novio, de Jesús, a causa del gozo que siente al verse encontrando y casándose con Su Esposa. El gozo de la consumación del beso del amor del Amado al estar unidos para siempre. Donde el amor sería tan grande que borraría la memoria de los dolores pasados. Donde recordaríamos cuando Él nos habló al corazón estando en el desierto muertos y nos trajo a la vida, donde nos trajo a Su Voluntad al avivarnos, y cuando al final nos trasladó a Su Presencia para eternamente Amarnos, sin memoria del dolor.
Tomemos pues, esta promesa en nuestros corazones y entendamos que muy pronto será ese día. Entendamos que todo esto va a redundar para buscar El Rostro de Dios, y dar gracias a Dios, por la Esperanza, y si hemos en algún momento de rogar pidiendo misericordia, que esto sea, al ver que muchos no tienen esta esperanza a favor de ellos, de los que viven a la merced de su propia sabiduría, que demos gracias por tener ese amor sobre nuestras vidas y que lo brindemos a los demás, como se nos ha dado a nosotros también. Y tengamos gratitud en nuestros corazones, porque si bien nos debe alegrar estar en Su Presencia, lo más Glorioso es que El Cordero de Dios va a ser Glorificado y Exaltado por Su Sacrficio, en los cielos, la tierra y debajo de la tierra. Al ver que el corazón de nuestro Padre se alegra por la Exaltación de Su Hijo, que el corazón del Hijo se ve alegrado en el desposamiento con Su Amada y el Gozo que El Espíritu tiene al haber consumado esa obra.
Ven, y alégrate, alma mía! Deléitate y toma fuerza al tomar de los cofres de la misericordia y sosteniendo un buen manojo apretado de las riquezas de Su Gracia que Dios dará sin medida y con grande alegría para tu consuelo. Nunca olvides que El ya ha vencido en la batalla y que nosotros, solamente hemos de recoger los despojos.
Soli Deo Gloria